En las montañas de Michoacán, se encuentra Tlalpujahua, un pintoresco pueblo que vive bajo el hechizo eterno de la Navidad. Sus calles empedradas están impregnadas del aroma a pino y las luces parpadeantes adornan cada rincón, creando un espectáculo digno de un cuento de hadas.
Al caminar por el centro del pueblo, el bullicio de vendedores de artesanías y deliciosos antojitos mexicanos envuelve a los visitantes. Tlalpujahua es conocido por sus esferas navideñas, fabricadas por manos expertas que han convertido este oficio en un arte transmitido de generación en generación.
Las coloridas esferas cuelgan de cada rincón imaginable, transformando la plaza principal en un bosque mágico de destellos y colores. Los artesanos, con paciencia y destreza, moldean vidrio caliente para crear piezas únicas que luego encuentran hogar en árboles de Navidad alrededor del mundo.
La historia de Tlalpujahua está marcada por la persistencia de sus habitantes en reinventarse tras un desafortunado suceso. En 1937, una mina cercana colapsó, dejando una herida profunda en la comunidad. Sin embargo, en lugar de rendirse, los pobladores encontraron en la fabricación de esferas una nueva fuente de esperanza y prosperidad.
Cada diciembre, Tlalpujahua se convierte en un imán para visitantes que buscan sumergirse en la magia navideña. La feria anual atrae a turistas de todas partes, ofreciendo experiencias únicas como recorridos por las fábricas de esferas y la oportunidad de crear piezas personalizadas.
En este rincón de Michoacán, la Navidad no es solo una temporada; es un estilo de vida arraigado en la identidad de Tlalpujahua. La algarabía de las posadas, los aromas de la comida tradicional y la calidez de su gente hacen de este pueblo un destino imperdible para quienes buscan vivir la Navidad en su máxima expresión.
Texto y fotos: Iván Villanueva/Contraluz